En las bienaventuranzas todo lo hace bueno. Autor: Fano.
Mariela Martínez Higueras OP, profesora de Sagrada Escritura en los centros de formación de la Diócesis de Málaga, ayuda a profundizar en el evangelio del Domingo IV del Tiempo Ordinario.
Felices seréis si...
El evangelio de este domingo nos habla de algo tan preciado como la felicidad. Son muchas las propuestas que se nos plantean hoy para obtenerla: el dinero, el poder, ser aplaudido… Hace unos años una película, “En busca de la felicidad”, nos presentaba que ésta no llega ni desde fuera, ni por generación espontánea ni por los caminos fáciles. Su propuesta era que la felicidad se busca, se trabaja, se conquista y, en muchas ocasiones, implica afrontar adversidades para hacer realidad el sueño de esa vida feliz.
Algo así nos propone el evangelio. Las bienaventuranzas nos hablan de algo ilógico, de itinerarios de contrastes. Pareciera que llegamos a la felicidad a través de situaciones o valores que no nos la dan. Las expresiones de la “dicha” están divididas en dos grandes bloques. Las cuatro primeras describen situaciones de marginación merecedoras de estima porque la llegada del Reinado de Dios las cambia radicalmente. Las cuatro del segundo grupo conciernen a acciones humanas que expresan ese Reino transformador. La felicidad es una promesa de futuro que se empieza a realizar en el presente si uno se pone en camino llevando en su mochila existencial actitudes como la pobreza de espíritu, la misericordia
o el corazón limpio. Ser dichoso para Jesús es una manera de ser y de estar en este mundo que nos lleva al encuentro con el otro, a construir un mundo donde todos los seres humanos, desde su dignidad, se incorporen a la fraternidad universal. Porque a la felicidad nunca llegamos solos, llegamos con otros. “La felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos” (Van Dyke).
PUBLICADO EN DIÓCESIS DE MÁLAGA.