Jesús lleva la Palabra a plenitud y es para mí (para mí,) Vida. Autor: Fano.
El sacerdote José Ruiz Córdoba, párroco de Churriana, profundiza en el evangelio del Domingo VI del Tiempo Ordinario.
La ley del amor
Dicen que es de bien nacidos ser agradecidos. Pues vamos a dar gracias a Dios por su Palabra, porque en ella nos regala el tesoro de su intimidad.
En ocasiones nos ponemos en situación de tener que elegir entre una cosa u otra. Y no siempre tiene por qué ser así. Es más, en muchas ocasiones, las dos cuestiones que a nosotros nos parecían contradictorias se necesitan y complementan. Por eso, Jesús les dijo a sus discípulos que no había venido a abolir la ley, sino a darle plenitud. Porque una ley que no nace del amor, tiene sus límites. Y un amor que no se concreta en una ley, puede quedarse en buenas intenciones. Pongamos un ejemplo: por amor, una madre sabe que es de ley dar de comer al hijo; pues de nada serviría decirle que “mucho te quiero hijito, pero pan poquito”. Pero el amor hace que la ley no tenga límites, porque ya no sólo le daría de comer, sino que ella misma se dejaría morir de hambre para que el niño pudiera llevarse algo a la boca.
De esta manera, Jesús le dice a sus discípulos que es maravilloso que una ley nos haga considerar que el valor de la persona es tan grande, que no podemos quitarle la vida; pero que cuando uno ama a alguien, ya el hecho de insultarlo es un pequeño crimen.
El seguimiento de Jesús se traduce en una serie de leyes, que nosotros llamamos Moral. Y qué bueno que podamos tener esta ayuda. Porque seguir a Jesús es darle la razón a Él a la hora de vivir la sexualidad, o de situarme en la sociedad o de relacionarme con los bienes.
Seguir a Jesús es una sabiduría diferente. Y la suerte que tenemos es que “Dios nos la ha revelado por el Espíritu”. Ese Espíritu que conoce los entresijos de Dios y que ha puesto en nuestros corazones su amor.
PUBLICADO EN DIÓCESIS DE MÁLAGA.
PUBLICADO EN DIÓCESIS DE MÁLAGA.