Imagen referencial. Crédito: Pixabay.
En el mundo se han reportado por el momento más de 81 mil personas fallecidas a causa del coronavirus COVID-19; y las medidas de seguridad han impedido que muchos de los familiares puedan despedirse de sus seres queridos, lo que hace muy difícil el duelo por la pérdida.
El religioso camilo José Carlos Bermejo, director del Centro de Humanización de la Salud San Camilo, experto en humanización de la salud, counselling y duelo en Madrid (España) concedió una entrevista a la Revista Ecclesia, en donde explicó cómo se puede afrontar la muerte.
“Es muy duro. Muchas personas se habían prometido fidelidad ‘en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las penas, todos los días de la vida’. Y ahora, en esta crisis, los motivos de salud comunitaria nos obligan a estar separados en la pena más grande: la separación final, la muerte. Nos expresamos, en el cuidado recíproco, la naturaleza de nuestro amor, de nuestro vínculo. Y ahora nos vemos privados de esta clave de oro del amor: la presencia en el morir”, expresa.
Por eso, en esta entrevista animó a “reaccionar con creatividad y reforzar el sentimiento comunitario. Traspasar en el corazón la confianza a los cuidadores profesionales, transmitirles mensajes que puedan hacerles llegar a los enfermos aislados, hacérselos llegar con las tecnologías de la comunicación que se pueda, suplir la caricia física por la caricia emocional y espiritual”.
“La palabra también tiene el poder de acariciar. La ausencia de ritos y solidaridad en los primeros momentos de duelo es otra variable de sufrimiento que puede dificultar el trabajo de elaboración del dolor por la pérdida de un ser querido. Hay personas que están reaccionando con creatividad y creando asambleas virtuales y oraciones, y ritos que son seguidos en comunidad virtual. Son oportunidades de expresión de la solidaridad en tiempos de distancia física”, precisó el religioso camilo.
También destacó que para superar el duelo es necesario “el dinamismo de la esperanza. Es propio de la esperanza lamentarse, en un primer momento. El que se lamenta es porque desea que las cosas no sean como son, sino de otra manera. Ahora bien, el que se instala en la lamentación no arranca el dinamismo de trabajar porque se haga realidad lo que anhela. Por eso, es penoso recrearse en el drama”.
“Es saludable desahogarse y expresar los sentimientos, también los de desánimo; pero, a la vez, necesitamos comprometernos responsablemente por lo deseado, confiando en nuestros recursos, en los demás, en los recursos del corazón, en Dios mismo", aseguró.
En ese sentido, explicó a la revista Ecclesia que “no poder estar al final y en lo que rodea el morir, tanto antes de que se produzca, como después, es un factor que puede aumentar la vulnerabilidad al duelo complicado”.
“La ausencia impide no solo el contacto físico, sino que en ocasiones impide la expresión directa de claves de cierre, como es darse las gracias, pedir perdón, verificar visiblemente el dolor de la separación, contemplar la naturaleza de la muerte como proceso, levantar acta de la verdad impuesta por la naturaleza, que es la transformación del ser vivo en cadáver…”, indicó.
Y ante la posibilidad de atravesar “duelos complicados”, Bermejo animó a “tener el coraje de pedir ayuda con naturalidad a referentes expertos en el acompañamiento en duelo complicado, como los Centros de Escucha San Camilo, que existen en España a partir del primero, fundado en 1997”.
En todo este dolor, el religioso camilo recordó que “Dios está más visible que nunca, si cabe. Lo estamos viendo en su bondad y misericordia en el batallón de profesionales de la salud y del cuidado en centros de mayores, que, en circunstancias límite y sin suficientes recursos de protección, están mostrando la ternura de Dios y su presencia saludable: que da salud y cuidado. Dios está más visible que nunca, como siempre ha estado, en la persona que sufre y está crucificada en su cama, en su casa, en la residencia o en el hospital, esperando que otro ser humano tenga lo suficiente y necesario para cuidarle dignamente. Dios sufre en el que sufre, sana a través del cuidador”.
También explicó que “la dimensión espiritual es un factor que protege la resiliencia, la posibilidad de crecer en la situación traumática. El dinamismo de la esperanza, propio del ser humano y muy particular del creyente, refuerza el compromiso por el bien y la paciencia en la adversidad”.
“El dinamismo sanante de la esperanza construye comunidad y esfuerzo por ayudarnos unos a otros, tanto física como emocional y espiritualmente. La fe en Dios permite cultivar la interioridad y la relación personal con lo más íntimo de nosotros mismos, y dirigirnos, desde lo hondo, a Aquel que siempre ha estado y estará de nuestra parte y con nosotros”; subrayó.
“Si en otro momento el silencio era el mejor compañero de la caricia física y la presencia, ahora puede ser al revés. La palabra puede ser el mejor vehículo para decir lo que diría la piel. Decir gracias, te quiero, adiós, pedir perdón, resumir lo que ha significado uno para otro o pedir un legado espiritual si el otro lo puede hacer, son claves para estar en los momentos de despedida, cuando esto es posible”, insistió.
En ese sentido, José Carlos Bermejo también aseguró que “uno de los aprendizajes de la crisis por coronavirus es la conciencia del valor del contacto físico. El mismo Jesús lo puso en valor, tal como lo descubrimos en las narraciones de los milagros de curación”.
“La mirada, en estos momentos, refuerza su valor al estar restringida la posibilidad del contacto físico. También la mirada puede acariciar”, afirmó.
PUBLICADO EN ACIPRENSA