22.12.18

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL DOMINGO IV DE ADVIENTO, 23 DE DICIEMBRE DE 2018

Móvil: Cuarto Domingo de Adviento por Fano.

El párroco del Santo Ángel, José Diéguez, ayuda a profundizar en el sentido del pasaje evangélico del domingo IV de Adviento, 23 de diciembre de 2018

Si el comienzo del Adviento se centraba en la consideración de las postrimerías, en estos últimos días nuestro corazón y nuestra mente se escapan al entrañable misterio de la Virgen Madre, por la que nos iniciamos en el conocimiento del Evangelio de Jesús que Ella nos trae con total diligencia. A través de Ella aprendemos incluso, quizá de una manera casi insensible, a imitar su vida.

La Santísima Virgen al conocer por la revelación del Arcángel la necesidad en que se hallaba su prima Isabel, próxima ya al parto, se apresura a prestarle ayuda movida por la caridad. La Virgen no repara en las dificultades que entraña un viaje tan largo que no podía hacerse “de prisa” -como suele traducirse al español- sino al ritmo de una caravana a la que se uniría en Nazaret. Lo que sí hizo María fue marchar “enseguida” tras la partida del Ángel. De María aprendemos la solicitud por los demás. No se puede tratar filialmente a María y pensar solo en nosotros mismos, en nuestros propios problemas.

Otro personaje de especial relevancia en el Adviento que estamos a punto de concluir es Juan el Bautista, el hijo de Isabel, el profeta del Altísimo, que manifiesta su alegría, lleno del Espíritu Santo, saltando de gozo en el seno materno, tal y como profetizó el Arcángel a Zacarías, su padre. Estando presente el Señor, Juan no puede contenerse, sino que trata de romper la cárcel del seno materno y se cuida de dar testimonio de que el Salvador está a punto de llegar.

PUBLICADO EN DIÓCESIS DE MÁLAGA.