4.8.18

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

"Señores, ¿en qué canon se le manda a los curas tener cara de juez?. Fano

El profesor de los Centros Teológicos de la Diócesis de Málaga Ángel Nuño ayuda a profundizar en el evangelio del Domingo XVIII del Tiempo Ordinario. 
Del hambre y la sed

Este pasaje del Evangelio podría ser considerado, en cierto modo, como un tratado del hambre y la sed, experiencias que no nos son en absoluto ajenas ni extrañas. Las conocemos muy bien. Quizá incluso recordemos algún episodio en el que padecimos una sed atroz con la que llegamos a algún cierto límite. Al saciarla, casi con toda seguridad, una profunda satisfacción nos invadió. Pese a ello, más adelante volvimos a tener sed. La escena evangélica comienza con una búsqueda. “Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en su busca”. ¿Qué buscaban exactamente aquellas buenas gentes? Ya habían visto signos y prodigios.

Fue entonces cuando Jesús les habló del pan que da vida al mundo. “Danos siempre de ese pan”. Todos hemos emprendido ese mismo camino, en el que partiendo de nuestra sed, buscamos la fuente que la sacie; ese camino de búsqueda que condujo a aquellos hombres al Señor. El hombre padece hambre y
sed. Hambre de justicia. Sed de verdad. Hambre y sed de Dios. Una vez más la palabra del Señor cuestiona nuestras vidas y las ilumina. Notemos cómo nuestro mundo, páramo desértico en que la vida -en todas sus etapas- es atacada, es al mismo tiempo escenario del más absoluto relativismo. En estos tiempos líquidos el hombre ansía la fuente de agua viva. Esa cuyas aguas sacian definitivamente la sed más profunda.

PUBLICADO EN DIÓCESIS DE MÁLAGA.