También hoy, 11 de febrero se celebra el Día del Enfermo. Con el lema,
“María, icono de la confianza y del acompañamiento. Haced lo que Él os diga
(Jn. 2,5)”,
la Iglesia en España celebra el Día del Enfermo y el 1 de mayo la Pascua del enfermo, de carácter mundial.
ORACIÓN DEL ENFERMO A MARÍA
Divina Enfermera
cuida mi cuerpo y mi alma:
en el dolor, sosiégame;
en la soledad, acompáñame;
en el miedo, alienta mi confianza.
María del Magníficat
alegra mis días.
En la oscuridad, ilumina mi fe;
en la debilidad, impulsa mi ánimo;
en la desesperación, sostén mi esperanza.
Madre de la Misericordia,
si mi vida se apaga,
intercede por mí ante tu Hijo,
vencedor de la muerte,
y cógeme en tus brazos,
Virgen de la ternura.
Amén
MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO PARA LA JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO
El mensaje se titula “Confiar en Jesús misericordioso como María; hagan lo que Él les diga”. Ya que esta Jornada se celebrará de manera solemne en Tierra Santa y en el marco del Año de la Misericordia, el Papa reflexiona sobre el relato evangélico de las Bodas de Caná en el que Jesús transforma el agua de seis tinajas en un vino bueno.
El Papa señaló que “la enfermedad, especialmente aquella grave, pone siempre en crisis la existencia humana y trae consigo interrogantes que excavan en lo íntimo. El primer momento a veces puede ser de rebelión: ¿Por qué me ha sucedido justo a mí? Se puede entrar en desesperación, pensar que todo está perdido y que ya nada tiene sentido…”.
En estas situaciones, dice el Pontífice, “por un lado la fe en Dios es puesta a la prueba, pero al mismo tiempo revela toda su potencialidad positiva. No porque la fe haga desaparecer la enfermedad, el dolor, o los interrogantes que derivan de ello; sino porque ofrece una clave con la cual podemos descubrir el sentido más profundo de lo que estamos viviendo; una clave que nos ayuda a ver de qué modo la enfermedad puede ser el camino para llegar a una cercanía más estrecha con Jesús, que camina a nuestro lado, cargando la Cruz. Y esta clave nos la proporciona su Madre, María, experta de este camino”.
“El banquete de bodas de Caná es un icono de la Iglesia: en el centro está Jesús misericordioso que realiza la señal; a su alrededor están los discípulos, las primicias de la nueva comunidad; y cerca de Jesús y a sus discípulos, está María, Madre previdente y orante. María participa en el gozo de la gente común y contribuye a aumentarla; intercede ante su Hijo por el bien de los esposos y de todos los invitados. Y Jesús no rechazó la petición de su Madre”.
“¡Cuánta esperanza en este acontecimiento para todos nosotros! Tenemos una Madre que tiene sus ojos atentos y buenos, como su Hijo; su corazón materno está lleno de misericordia, como Él; las manos que quieren ayudar, como las manos de Jesús que partían el pan para quien estaba con hambre, que tocaban a los enfermos y les curaba”. Esto, dice el Papa, “nos llena de confianza y hace que nos abramos a la gracia y a la misericordia de Cristo”.
“La petición de María, durante el banquete nupcial, sugerida por el Espíritu Santo a su corazón materno, hizo surgir no sólo el poder mesiánico de Jesús, sino también su misericordia”, añade.
Luego de afirmar que “en la solicitud de María se refleja la ternura de Dios”, el Pontífice explica que “esa misma ternura se hace presente en la vida de muchas personas que se encuentran al lado de los enfermos y saben captar sus necesidades, aún las más imperceptibles, porque miran con ojos llenos de amor”.
“¡Cuántas veces una madre a la cabecera de su hijo enfermo, o un hijo que se ocupa de su padre anciano, o un nieto que está cerca del abuelo o de la abuela, pone su invocación en las manos de la Virgen!”
El Papa Francisco propone pedir a “Jesús misericordioso, a través de la intercesión de María, Madre suya y nuestra, que conceda a todos nosotros esta disponibilidad al servicio de los necesitados, y concretamente de nuestros hermanos y de nuestras hermanas enfermas”.
“A veces este servicio puede resultar fatigoso, pesado, pero estamos seguros que el Señor no dejará de transformar nuestro esfuerzo humano en algo divino. También nosotros podemos ser manos, brazos, corazones que ayudan a Dios a realizar sus prodigios, con frecuencia escondidos”.
El Santo Padre expresa también su deseo de que, en el marco del Año de la Misericordia, “cada hospital o cada estructura de sanación sea signo visible y lugar para promover la cultura del encuentro y de la paz, donde la experiencia de la enfermedad y del sufrimiento, así como también la ayuda profesional y fraterna, contribuyan a superar todo límite y toda división”.
“Confiemos a la intercesión de la Virgen las ansias y las tribulaciones, junto con los gozos y las consolaciones, y dirijamos a ella nuestra oración, a fin de que vuelva a nosotros sus ojos misericordiosos, especialmente en los momentos de dolor, y nos haga dignos de contemplar hoy y por siempre el Rostro de la misericordia, a su Hijo Jesús”, concluye.