El grano que muere, da vida. Fano
El profesor de los Centros Teológicos de la Diócesis de Málaga, Francisco J. Jiménez, ayuda a profundizar en el evangelio de este Domingo V de Cuaresma.
Jesús llegó hasta el final
Jesús no buscó el sufrimiento por el sufrimiento. Toda su existencia la dedicó a sembrar vida, esperanza, felicidad. Pero llegado el momento, la coherencia de vida le llevó a comprender que debía llegar hasta el final, que su mensaje de justicia y felicidad chocaba contra el egoísmo, las ansias de poder y la injusticia que están presentes en nuestro mundo. La felicidad no se encuentra encerrándonos en nosotros mismos, sino que somos felices cuando nos descubrimos como iguales, como hermanos que crecemos juntos. Pero darnos cuenta de que el “yo” se construye en el “nosotros”, y el “nosotros” en el “yo”, y que el “yo” nunca será pleno en oposición a los demás, nos lleva a plantearnos seriamente nuestras relaciones, no solo con los más cercanos, con nuestra familia y amigos, sino con todos aquellos a quienes, de hecho, no consideramos como iguales (por mucho que digamos lo contrario) ya que creamos mil barreras físicas, morales, económicas y políticas que les impiden acceder ni siquiera a una vida digna y, a veces, ni mantener la propia vida.
Jesús llegó hasta el final para dar fruto, no se encerró en sí mismo, y fue capaz de asumir las consecuencias de una vida dedicada a dar vida. Si quiero al menos acercarme tímidamente a la coherencia con la que Jesús vivió, a lo mejor debo preguntarme por las barreras que yo establezco, y por las fronteras que yo consiento.
PUBLICADO EN DIÓCESIS DE MÁLAGA